¿Realmente sabemos cuántos ñus recorren el Serengeti cada año durante la majestuosa Gran Migración? Un revolcón tecnológico acaba de poner en jaque todo lo que creíamos saber sobre este espectáculo salvaje, desafiante la imaginación… y también la ciencia tradicional.
La danza salvaje del Serengeti: algo más que números
Desde hace décadas, la Gran Migración de Ñus es uno de esos prodigios planetarios que encoge el alma. Kilómetros y kilómetros de praderas vibrando, casi un millón –según creíamos– de cascos golpeando la tierra, y a su estela, leones, cocodrilos y hienas acechando oportunidades. La imagen es tan poderosa que resulta difícil no rendirse a las cifras enormes: durante mucho tiempo, nuestros recuentos daban 1,3 millones de ñus moviéndose entre Tanzania y Kenia. Millones. Literalmente, una masa animal que sostiene el ecosistema y la economía local, pues los turistas de medio mundo sueñan con presenciar semejante mar de vida silvestre.
La revolución de los satélites y la inteligencia artificial
Pero algo ha cambiado. Un grupo internacional de científicos liderado por la Universidad de Oxford acaba de poner patas arriba esas cifras, lanzando una pregunta incómoda: ¿y si estamos contando mal? Armados con inteligencia artificial y la potencia visual de los satélites de Maxar Technologies –capaces de distinguir un animal desde 700 kilómetros de altura– rompieron con la tradición de contar ñus desde avionetas y extrapolar los resultados.
La metodología anterior era, seamos sinceros, imperfecta: los aviones solo logran cubrir una pequeña fracción del terreno y las manadas no siempre se dispersan como a uno le gustaría, con lo que los cálculos suelen ser… bueno, una aproximación más artística que científica.
El hallazgo: menos ñus de los que pensábamos
En este nuevo estudio, los expertos entrenaron sistemas de machine learning –modelos U-Net y YOLOv8, para los curiosos– con miles de imágenes satelitales. Utilizaron nada menos que 70.000 ñus identificados a mano para enseñar a los algoritmos a diferenciar a los protagonistas de esta historia. Después, soltaron la IA sobre más de 4.000 km² de sabana y dejaron que la tecnología hiciera su magia.
¿El resultado? Un puñetazo en la mesa: menos de 600.000 ñus contados en total. Poco más de la tercera parte que en las estimaciones anteriores. Y para que no haya duda, el conteo fue consistente tanto en 2022 como en 2023 –las cifras oscilaron entre 324.000 y 533.000 ejemplares, según el año–. Eso sí, los investigadores avisan: ojo, es posible que todavía haya un pequeño margen de error al distinguir ñus de cebras u otros grandes herbívoros cuando todo lo que se ve es una mancha de píxeles.
¿Dónde están los “ñus perdidos”?
La pregunta es obvia. ¿Estamos ante un colapso invisible del Serengeti? ¿O hay algo más en la historia? La doctora Isla Duporge, autora principal, pone el foco en cómo las herramientas influyen en lo que vemos (o creemos ver). Porque quizás nuestros aviones inflaron los recuentos, o tal vez las rutas migratorias hayan cambiado ligeramente y parte del rebaño se haya desviado. Lo que sí parece descartado, gracias a los collares GPS y el análisis de los movimientos, es que haya grandes manadas ocultas tras los árboles o más allá del área estudiada.
No todo está perdido, ni mucho menos. La situación invita a la cautela, pero no, no hay evidencias de una tragedia apocalíptica para los ñus. Eso sí, la incertidumbre refuerza la necesidad de vigilancia y datos precisos.
Más allá de la cifra: ¿por qué importan tanto los recuentos?
Tener un número fiable de ñus no es un capricho. De ello depende la supervivencia de los mayores depredadores de África, la economía turística regional y el delicado equilibrio ecológico de la sabana. Y las amenazas crecen: agricultura, cercados, carreteras, la presión del desarrollo y, detrás, un cambio climático que mueve la lluvia y la comida como si fueran piezas en un tablero invisible.
Por eso, contar bien los ñus es vital. Porque solo así podremos diseñar estrategias de conservación inteligentes, que aseguren la supervivencia de la migración y todas las especies que dependen de su existencia. El conteo satelital, unido a la inteligencia artificial, tiene el potencial de extenderse a otras especies difíciles de estudiar y ofrecer un control a gran escala, rápido y seguro.
Un paso más allá en la historia natural
Moraleja: la tecnología no solo transforma nuestro modo de mirar el mundo, también nos obliga a reescribir las historias que creímos eternas. La Gran Migración sigue siendo uno de los milagros de la naturaleza, aunque quizás con menos actores de lo que nos contaron. Ahora toca preguntarse qué más podemos descubrir si abrimos la puerta al futuro digital de la conservación.