Imagina despertar tras 40.000 años de profundo sueño. No eres una bestia prehistórica, ni una semilla perdida en el tiempo, sino un microorganismo ancestral atrapado en el hielo ártico. Lo imposible: vuelve a la vida. El permafrost ya no guarda secretos. Y lo que resurrecciona junto con estos microbios puede cambiar nuestro mundo de formas que aún no entendemos.
Un mundo congelado: el laboratorio bajo el hielo
En las entrañas heladas cerca de Fairbanks, Alaska, el túnel del permafrost del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EE. UU. se extiende sigiloso y ruidoso, bajo el suelo que parece eterno. Allí, el aire es tan denso y el frío tan persistente que hasta los huesos de bisontes y mamuts -testigos de otra era- se asoman entre costras de tierra y hielo. Es un lugar en el que el pasado respira, aunque huela a sótano húmedo y olvidado, una fragancia inconfundible para quien caza microbios entre la penumbra.
El permafrost: cementerio y cofre del tiempo
Bajo casi una cuarta parte del hemisferio norte descansa el permafrost, una mezcla helada de tierra, hielo, rocas y la materia orgánica de vidas ya extintas. Pero no todo está muerto en estos cementerios subterráneos. Geólogos y biólogos de la Universidad de Colorado en Boulder han conseguido lo impensable: resucitar microbios ancestrales atrapados durante milenios. El frío es su guarida; pero cuando la ciencia los despierta… se reinventan, muy vivos y dispuestos a colonizar de nuevo.
Despertar tras un letargo milenario
¿Qué ocurre cuando el hielo cede? Los microbios, en principio silenciosos y dormidos, parecen necesitar meses para desperezarse tras tanto letargo. Pero cuando lo hacen, forman activas y bulliciosas colonias. Así lo relata Tristan Caro, autor principal del estudio y, ahora, investigador posdoctoral en el Instituto de Tecnología de California. «Son cualquier cosa menos muestras muertas», explica. Y lo demuestran: descomponen materia y liberan su energía en forma de gases como el dióxido de carbono. Una fiesta microscópica que, en escala global, puede ser un peligro climático silencioso.
Descongelación y ciclo vicioso: el aviso del cambio climático
El deshielo del permafrost por el aumento de temperaturas es una de las alertas mayores para el sistema climático de la Tierra. La ciencia lo advierte: cuando el suelo helado se derrite, estos microbios dormidos despiertan. Y empiezan a descomponer la materia orgánica, liberando a la atmósfera CO2 y metano –gases con un efecto invernadero devastador. «¿Hasta dónde puede acelerar esto el cambio climático?», se pregunta Sebastian Kopf, coautor del trabajo. Nadie lo sabe exactamente. Pero el riesgo es enorme. Porque el permafrost guarda toneladas y toneladas de carbono, bajo nuestros pies y, de momento, bajo cero.
La aventura en el túnel: ciencia, misterio y olores extraños
Para capturar ese enigma, los científicos no se conforman con teorías. Descienden al brutal túnel bajo Alaska, recogiendo muestras de millones de años. El propio Caro describe lo primero que uno percibe al entrar: «El olor. Es brutal. Como si un sótano húmedo llevara acumulando historias y bacterias durante un par de vidas humanas». Donde otros ven ruinas, un microbiólogo ve promesas; los olores, dice, suelen ser cosa suya… de los microbios.
Con ayuda de agua enriquecida con deuterio, rastrean cómo los microbios despiertan. Y lo hacen, al principio, con calma exasperante: apenas una célula renovada de cada cien mil, cada día. Pero a los seis meses, el fenómeno se desborda. Biopelículas viscosas, visibles a ojo, se esparcen en los tubos de ensayo. La vida regresa. La espera acaba.
La escalofriante incertidumbre: ¿qué pasará a continuación?
Por suerte, estos ‘resucitados’ no parecen peligrosos para los humanos (dejemos claro que se mantienen confinados, por si acaso). Pero la lección es vital: tras un deshielo súbito, estos microbios pueden tardar meses en activarse. El peligro no es solo el calor de un día extremo, sino el alargamiento progresivo del verano. Temporadas cálidas más largas, desde la primavera hasta el otoño, pueden ser el auténtico detonante del desastre climático silencioso.
- ¿Qué podría pasar si se despiertan todos estos microbios en Siberia, Canadá, Escandinavia?
- ¿Se comportan igual las bacterias de hace 2.000 años que las atrapadas hace 40.000?
- ¿También allí están esperando su oportunidad?
Un planeta con el hielo en jaque
La verdad es que hemos arañado apenas la superficie –o el subsuelo– de un mundo oculto. El equipo de Caro lo resume: “Hay muchísimo permafrost por explorar y comprender. Lo de Alaska es solo el principio”. El pasado, atrapado en el hielo, vuelve a despertarse. Su impacto, aún impredecible. Pero ya no es ciencia ficción: es una realidad con la que todo el planeta tendrá –más pronto que tarde– que aprender a convivir.





