Así es como los elefantes detectan cuándo les prestamos atención

¿Puede un elefante saber cuándo lo estamos mirando? Esa pregunta, que parece salida de un cuaderno de enigmas, ha sido respondida por un grupo de científicos que, con paciencia y mucha curiosidad, han explorado la mente de estos gigantes asiáticos en un rincón tailandés. Resulta que, sí. Los elefantes son mucho más perceptivos de lo que sospechamos, y su atención a los humanos va mucho más allá del instinto. Basta girar la cabeza, un poco el cuerpo… y el elefante ya sabe si le prestamos real atención.

Los elefantes: mucho más que olfato y oído

Siempre se ha dicho que los elefantes “hablan” con el suelo bajo sus pies o el aire que agitan con sus trompas. Todos conocemos esas imágenes –orejas gigantes, trompa inquieta– que refuerzan la idea de que se guían, sobre todo, por el oído y el olfato. Pero la vista también juega su papel, aunque no lo parezca. De hecho, hasta hace poco la comunicación visual de los elefantes era, para la ciencia, casi como una niebla: difusa, poco explorada y bastante llena de preguntas sin respuesta.

Los estudios sobre comunicación visual siempre han puesto el foco en monos, simios y otros animales con visión aguda. Los elefantes quedaban a un lado, vistos como más “sensoriales” que “visuales”. Pero, ¿y si nos equivocábamos? Esa era la pregunta detrás del nuevo estudio llevado a cabo por la Universidad de Kioto, con elefantas asiáticas como protagonistas y una serie de pruebas para averiguar cómo realmente perciben nuestra atención.

Un experimento en la sabana tailandesa

La acción tuvo lugar en Chiang Rai, al norte de Tailandia. Allí, diez elefantas se prestaron a participar en algo así como el “juego de las posiciones humanas”: ¿cómo reaccionan si una persona se sitúa de frente, de espaldas, girando solo el rostro, o moviendo el cuerpo? ¿Pedirán comida igual? ¿O notarán alguna diferencia?

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El proceso fue meticuloso –y hasta entretenido. Primero, la investigadora cambió de postura varias veces para observar si las elefantas gesticulaban más en unas situaciones que en otras. Y vaya si había diferencia. Resulta que cuando tanto la cara como el cuerpo humano apuntaban directo al animal, la reacción era mucho más intensa: trompa en alto, gestos, atención máxima. Ahora bien, si solo la cara o solo el cuerpo miraban al animal, la respuesta era más tibia. Y si la investigadora les daba la espalda… nada. Como si no hubiera nadie.

Un dato fascinante: cuando no había persona, pero mantenían el escenario, las elefantas actuaban casi igual que si estuvieran de espaldas a ellas. Eso deja claro que no basta con “estar ahí”; el elefante exige atención real, no solo presencia.

¿Qué nos dice esto sobre la inteligencia de los elefantes?

Los resultados no solo demuestran habilidad visual, sino cierta sensibilidad social. Estas elefantas, al parecer, no se conforman con cualquier tipo de señal humana: están pendientes de hacia dónde miramos, cómo nos movemos. Algo así como decir “te veo… pero ¿tú me ves a mí?”. No se dejan engañar por la mera compañía; buscan conexión, reciprocidad, atención.

Esta capacidad de interpretar señales visuales muestra que la mente de los elefantes está mucho menos lejos de la nuestra de lo que pensamos. De hecho, se suma a otros ejemplos asombrosos de su cognición: cooperación, empatía, memoria… Y aún quedan muchas preguntas. ¿Hasta qué punto pueden los elefantes distinguir matices en nuestra actitud? ¿Podrían, por ejemplo, entender si estamos tristes o alegres solo con nuestro lenguaje corporal? El futuro de la investigación apunta justo ahí.

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Un vistazo a las diferencias y similitudes con los elefantes africanos

Que los elefantes africanos ya habían dado muestras de estas destrezas no es nuevo. Pero en el caso de los asiáticos, separados de sus primos africanos por millones de años de evolución, la clave está en los matices. Así descubrimos cómo la naturaleza encuentra caminos diferentes para resolver los mismos desafíos, y cómo la inteligencia animal puede evolucionar de formas distintas en lugares distintos.

Horizontes abiertos para la ciencia y la conservación

El equipo japonés ya ha anunciado que seguirá explorando otras áreas de la mente elefantina: cooperación, solidaridad, control de los impulsos… Rasgos cruciales si queremos entender cómo viven en sociedad estos colosos, y cómo podemos protegerlos mejor. Porque cuanto más cerca estemos de descifrar su forma de vernos (literalmente), más cerca estaremos de garantizarles un futuro en el que no solo sobrevivan, sino también sean entendidos y respetados.

En definitiva, la mirada de un elefante dice mucho, aunque nadie se lo proponga. Y si alguna vez tienes la suerte de compartir unos segundos con uno de estos animales, ya lo sabes: asegúrate de mirarle de frente. ¿Quién sabe lo que podría pensar de ti?

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