Así convierten los residuos plásticos en potentes aliados contra el CO2

¿Es posible que el plástico que contamina nuestros océanos se convierta en una herramienta aliada frente al cambio climático? Una nueva invención química sugiere que sí. Desde la Universidad de Copenhague, un grupo de científicos ha desarrollado una tecnología revolucionaria que transforma botellas y envases de plástico en un potente material capaz de capturar CO2 de la atmósfera. Un giro inesperado (y esperanzador) en la lucha por un planeta más limpio.

Plástico PET: ¿problema sin solución?

Resulta imposible negar la presencia del plástico en nuestra vida cotidiana. El PET —ese material omnipresente en botellas, envases y textiles— destaca entre los más utilizados y, también, entre los más problemáticos. ¿El desenlace? Montañas de residuos arrinconados en vertederos, océanos rebosantes de fragmentos diminutos y ecosistemas en jaque. Bajo el sol, el PET se descompone lentamente, liberando microplásticos invisibles pero omnipresentes en agua, suelo y aire. Su huella, lejos de desaparecer, se multiplica.

La oportunidad: ¿reciclar para salvar el clima?

Frente a tanta adversidad, un puñado de químicos daneses lanza una propuesta audaz: aprovechar todo ese plástico olvidado (y menospreciado) para luchar contra el calentamiento global. ¿Cómo? W La clave está en un nuevo proceso químico que permite reciclar —o mejor dicho, suprarreciclar— el PET, convirtiéndolo en un material bautizado como BAETA.

Según Margarita Poderyte, investigadora principal del equipo, la innovación consiste en transformar un desecho casi imposible de erradicar en una especie de “esponja química” capaz de atrapar CO2 con una eficiencia que rivaliza las tecnologías más avanzadas. Así, dos problemas globales se entrelazan en una solución inesperada: menos plástico en los mares, menos dióxido de carbono en el aire.

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¿Qué es el material BAETA y por qué es revolucionario?

El BAETA emerge, literalmente, del residuo. Mediante una síntesis suave, incluso a temperatura ambiente, los científicos logran rechazar el PET e infundirle nuevas propiedades. El resultado: un polvo o gránulo con una superficie diseñada para retener el CO2 con sorprendente eficacia. El proceso no solo evita emisiones adicionales, sino que, al ser tan adaptable, se puede escalar y aplicar en plantas industriales reales.

¿Y luego? Una vez saturado, el material libera el CO2 con calor, facilitando su almacenamiento o su conversión en recursos utilizables. De la chimenea… al laboratorio… y vuelta a la industria. Un ciclo virtuoso impensable hace unos años.

Ventajas del nuevo proceso

  • Menor impacto ambiental: la “receta” funciona a temperatura ambiente, reduciendo la energía necesaria y las emisiones durante la síntesis.
  • Materia prima abundante: se basa en PET deteriorado que suele quedarse fuera de los circuitos de reciclaje tradicionales.
  • Aplicaciones industriales rápidas: puede utilizarse en chimeneas industriales para descontaminar emisiones, abordando directamente las fuentes más importantes de CO2.

La visión: de océanos contaminados a innovación sostenible

El sueño, reconocen los impulsores del proyecto, es aún más ambicioso: recolectar el plástico ya presente en los océanos, ese que amenaza la salud de innumerables especies marinas, y convertirlo en un recurso clave contra el calentamiento global. Una utopía cercana… si logran escalar la producción de BAETA y financiar su implementación a gran escala.

¿Cómo lo conseguirán?

El equipo trabaja ahora para atraer inversión privada y apoyar la industrialización del proceso. El objetivo: que toneladas de este nuevo material puedan fabricarse y emplearse globalmente, convirtiendo los puntos calientes de contaminación en epicentros de mitigación climática.

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Nuevos paradigmas para viejos problemas

El mensaje es claro: los grandes desafíos ambientales ya no deben tratarse por separado. Contaminación y cambio climático pueden (y deben) abordarse con tecnologías cruzadas, inesperadas, que transformen residuos en oportunidades. Quizá estamos ante un punto de inflexión. Un momento en que el plástico deja de ser sinónimo de desastre para convertirse, al menos en parte, en motor de solución.

¿Estamos preparados para imaginar un futuro donde basuras oceánicas y emisiones industriales se combinen en un círculo virtuoso? El material BAETA abre una puerta a esa posibilidad. Y no solo es deseable: se está volviendo, poco a poco, necesario.

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