¿Te imaginas pasear por la Patagonia hace 70 millones de años y cruzarte con un depredador de tres metros y dientes descomunales? No hablamos de un dinosaurio: hoy la ciencia nos presenta a Kostensuchus atrox, un feroz “primo” de los cocodrilos modernos cuyo cráneo, casi intacto, acaba de salir a la luz tras millones de años bajo la tierra patagónica.
Kostensuchus atrox: el “cocodrilo del viento feroz”
El paisaje del sur de la Patagonia argentina, en plena etapa final del Cretácico, no era el páramo gélido y ventoso que conocemos hoy. Era un extenso humedal, cálido, rebosante de vida: tortugas, ranas, mamíferos primitivos y, por supuesto, dinosaurios. Pero entre toda esa fauna, dominaba un animal hasta ahora desconocido, oculto en el barro milenario de la Formación Chorrillo: Kostensuchus atrox.
El nombre guarda un guiño doble. Por un lado, honra al “Kosten”, el viento patagónico en lengua tehuelche; por el otro, recuerda al dios egipcio de aspecto cocodrilo, Souchos. El apellido, “atrox”, lo define: feroz. Nada extraño si tenemos en cuenta que sus mandíbulas podrían engullir presas de medio tamaño… ¿Quizás algún joven dinosaurio distraído? Es posible.
Un fósil que deja boquiabiertos a los científicos
El hallazgo es excepcional. Los paleontólogos liderados por Fernando Novas, del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”, desenterraron no solo el cráneo y las mandíbulas completas de K. atrox, sino también una buena parte de su esqueleto. Esto, en paleontología, es casi como ganar la lotería: la mayoría de las veces solo aparecen fragmentos dispersos. Aquí, la forma general del animal es inconfundible.
Un gigante de las aguas dulces
- Tamaño descomunal: Se estima que Kostensuchus atrox rozaba los 3,5 metros y podía superar los 250 kilos de peso.
- Mordida letal: La forma robusta de su cráneo y la potente musculatura sugerida por los huesos, apuntan a una capacidad de caza fuera de serie.
- Dieta variada, apetito voraz: Si bien no era uno de los gigantes clásicos del Cretácico, sus dientes grandes y curvados estaban preparados para triturar huesos, posiblemente alimentándose de tortugas, peces y… sí, también dinosaurios medianos.
Eso sí: pese a su aspecto reptil, K. atrox no era un dinosaurio. Pertenecía al grupo de los peirosáuridos, crocodiliformes hoy extintos pero emparentados lejanamente con los cocodrilos y caimanes actuales.
Unas pistas únicas sobre la vida prehistórica
Hasta el momento, es el primer fósil de este tipo hallado en la Formación Chorrillo y uno de los más completos de su familia. Esto da a los especialistas algo muy valioso: la posibilidad de entender mejor cómo era el ecosistema, qué papel jugaban estos “dragones” a medio camino entre el río y la tierra, y cómo fue su coexistencia con los últimos dinosaurios de Sudamérica.
¿El depredador rey… o uno más en la selva prehistórica?
Según las investigaciones, Kostensuchus atrox ocupaba el segundo puesto en la cúspide depredadora del Maastrichtiano patagónico, justo antes de la extinción masiva del Cretácico. No era “el” superdepredador absoluto, pero sin duda estaba en el podio: probablemente acechando desde las orillas, listo para abalanzarse sobre cualquier desprevenido…
Un vistazo a la reconstrucción
¿Quieres verlo en acción? Aquí tienes una recreación artística cortesía de Gabriel Diaz Yanten:

Un tesoro para la ciencia
Este hallazgo, publicado en PLOS One, es un recordatorio de cuántos secretos sigue ocultando el sur argentino. Y también de lo extraño que sería, hoy, toparnos en alguna laguna patagónica con una mirada fría y antigua bajo las aguas, la de un depredador que, hace 70 millones de años, era dueño y señor del ecosistema.
La Patagonia guarda sus monstruos. A veces, uno de ellos vuelve a la vida, aunque sólo sea como fósil… y nos obliga a mirar con nuevos ojos los paisajes que creíamos conocer.