¿La geoingeniería es la respuesta que necesitan los polos para sobrevivir a la crisis climática? Cada vez que el termómetro global sube una décima, la Antártida y el Ártico tiemblan. Pero las soluciones tecnológicas que suenan a ciencia ficción podrían ser más peligrosas de lo que imaginamos.
La tentación polar: ¿tecnología para apagar el fuego?
Las gélidas extensiones polares, casa de glaciares infinitos y ecosistemas únicos, también son terreno de debate. El retroceso del hielo se siente como una cuenta atrás, así que científicos y tecnólogos han planteado apuestas audaces: ideas para enfriar, proteger o al menos ganar tiempo frente al incesante avance del cambio climático. Sin embargo, una revisión reciente, publicada en Frontiers in Science, pone en duda los grandes planes de geoingeniería: podrían ser ineficaces, costosos y hasta peligrosos.
Geoingeniería polar: cinco ideas al microscopio
El equipo, encabezado por el profesor Martin Siegert de la Universidad de Exeter, revisó las cinco propuestas más avanzadas que flotan en la comunidad científica y tecnológica para “arreglar” los polos.
- Inyecciones de aerosoles estratosféricos (SAI): Se trata de liberar partículas, como sulfatos, en la atmósfera para reflejar parte de la luz solar. Así, en teoría, el planeta recibiría menos calor. Suena simple. Pero los efectos colaterales sobre el clima global, la capa de ozono y los ciclos hídricos son cualquier cosa menos predecibles.
- Cortinas marinas o muros sumergidos: Piense en gigantescos telones flexibles y flotantes anclados en el lecho marino para evitar que corrientes cálidas erosionen las bases de las plataformas de hielo. El problema es que instalar semejantes infraestructuras en el entorno más hostil del planeta supone riesgos ecológicos enormes y un gasto estratosférico.
- Gestión artificial del hielo marino: Desde bombear agua sobre el hielo en invierno para engrosarlo, hasta “blanquear” su superficie dispersando microesferas de vidrio que aumentarían la reflexión del sol. Innovador, sí, pero con implicaciones desconocidas para el delicado equilibrio ecológico de la región.
- Extracción de agua basal: Consiste en extraer agua que se acumula bajo los glaciares para evitar o retrasar su desplazamiento hacia el océano. Parece una intervención quirúrgica, pero los efectos a gran escala son imposibles de anticipar e incluyen imprevistos para la vida subglacial e incluso para la estabilidad de las capas de hielo.
- Fertilización oceánica: La idea, tan controvertida como seductora, es añadir hierro (u otros nutrientes) al océano para alimentar el crecimiento del fitoplancton. Este diminuto ejército de seres arrastra carbono hacia las profundidades al morir. Pero… ¿qué pasa con los posibles desequilibrios o proliferaciones descontroladas? Nadie lo sabe a ciencia cierta.
¿Soluciones millonarias o riesgos gigantes?
Para la mayor parte de los expertos, estas apuestas tecnológicas, lejos de resolver el problema, podrían ofrecer una peligrosa sensación de alivio pasajero. En palabras de la coautora Heidi Sevestre, científica del Ártico: “Si derrochamos recursos persiguiendo remedios sintomáticos, perdemos la oportunidad de atajar la raíz del problema: las emisiones”.
La revisión estima que poner en marcha cualquiera de estas estrategias costaría miles de millones en instalación y mantenimiento. Además, a menudo servirían de excusa para “aliviar la presión” sobre industrias y responsables políticos, permitiéndoles retrasar el recorte real de emisiones de gases de efecto invernadero.
Los dilemas detrás de la ciencia: ecosistemas, política y gobernanza
No es solo cuestión de tecnología o de dinero. Intervenir en el Ártico o la Antártida implica desafíos ecológicos (¿qué pasa con los habitantes del hielo?), legales (¿quién manda allí?) y políticos. Un mal paso podría alterar relaciones internacionales o desencadenar daños irreversibles.
Al final del día, la narrativa sigue siendo la misma: hay que reducir drásticamente las emisiones. Reparar la causa, no los síntomas. La Antártida y el Ártico nos lo están diciendo en voz baja —o, más bien, con cada iceberg que se desgaja—: aún estamos a tiempo, pero no podemos jugárnoslo todo al comodín tecnológico.
- Más información científica en el resumen oficial: Evaluación de geoingeniería polar (BAS, en inglés)
Mientras la ciencia sigue explorando fronteras, la naturaleza espera. Y, como dice la vieja máxima: “No hay plan B para la Tierra”. Los polos tampoco lo tienen.