Nosotros y los perros: amigos de por vida pero no cuando se trata de comida

No todos los perros están dispuestos a ayudar a un ser humano a conseguir comida, incluso si les ayudó a conseguirla antes.

No todos los perros devuelven favores cuando se trata de comida.
No todos los perros devuelven favores cuando se trata de comida

El perro es el mejor amigo del hombre, pero las cosas cambian cuando se trata de comida. Un nuevo estudio publicado en Más uno puso a prueba el altruismo desinteresado de varios perros en un contexto en el que el ser humano frente a ellos necesitaba comida.

Lo que descubrió el equipo de la Universidad de Medicina Veterinaria de Viena es que es posible que un perro no siempre quiera compartir su comida con un humano, incluso si el humano en cuestión acaba de alimentarlo.

El experimento que probó la gratitud canina se llevó a cabo en dos fases, que te contamos aquí en una versión simplificada. En ambas fases, un humano y un perro fueron colocados dentro de recintos separados, no comunicantes pero transparentes, para que ambos pudieran ver las acciones del otro.

En la primera fase del experimento, se colocó a cada perro en un recinto con un dispensador de comida, mientras que el humano se colocó en otro cercano, en compañía de dos botones: uno no funcional, el otro conectado al dispensador.

En la sala de control. Algunos humanos (que nunca habían visto al perro antes del experimento) presionaron el botón de comida a intervalos regulares, mientras que otros pasaron su tiempo presionando el botón inactivo y, por lo tanto, no le dieron comida al pobre perro.

Luego, en la segunda fase, los roles se invirtieron: el perro terminó en la sala de botones (de la cual se había quitado el botón falso y solo quedaba el que funcionaba) y el hombre en el de comida.

Sabiendo que los perros trabajan juntos para intercambiar comida, y también lo hacen con los humanos, los investigadores esperaban que los perros emparejados con humanos «buenos» (los que les daban comida) correspondieran al presionar el botón, y que los demás, en cambio, fueran más reticentes.

En cambio, observaron que ningún perro lo hacía: después de haber ayudado a uno antes, no era suficiente que los humanos obtuvieran algo de comida. No solo eso: cuando el perro y el hombre quedaron libres para interactuar y jugar, todos los perros mostraron el mismo entusiasmo, independientemente de si el humano en cuestión les había dado comida o no.

A cada uno su propia comida. Según los autores del estudio es posible que la compleja estructura del experimento confundiera a los perros, y que por tanto los resultados no signifiquen nada; pero, escriben en el estudio, es más probable que, al estar acostumbrados a recibir comida de los humanos, los perros no estén preparados para dárnosla, que compartir la comida, en otras palabras, es el límite infranqueable del que hablamos en el comenzando.

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