Lo que han encontrado dentro de estos excrementos de 300 millones de años te va a sorprender

¿Quién imaginaría que la clave para entender la vida de hace 300 millones de años estaría oculta… en una simple deposición prehistórica? Así es: los excrementos fosilizados abren ahora una ventana insospechada al pasado de la Tierra, revelando secretos sobre la química y la conservación de la vida que los científicos llevaban años buscando.

El misterio de las moléculas antiguas: los coprolitos hablan

Durante décadas, biólogos, paleontólogos y químicos se han preguntado cómo es posible que rastros biológicos extremadamente delicados hayan logrado sobrevivir en el registro fósil, esquivando el paso inclemente del tiempo. El último avance nos llega desde el yacimiento fósil de Mazon Creek, en EE.UU., donde un equipo liderado por la Universidad Curtin ha encontrado en los coprolitos —sí, excrementos fosilizados— respuestas sorprendentes sobre la conservación molecular.

Estos restos, que en su día fueron simplemente el final del proceso digestivo de animales prehistóricos, estaban ya en el radar científico por contener derivados del colesterol. Es decir: pistas de que el animal que los expulsó era carnívoro. Sin embargo, el verdadero hallazgo de este estudio no radica únicamente en lo que comieron aquellos seres del Carbonífero, sino en cómo el tiempo, la química y la geología colaboraron para blindar esas diminutas huellas biológicas.

Lo que han encontrado dentro de estos excrementos de 300 millones de años te va a sorprender

El papel inesperado del carbonato de hierro

Tradicionalmente se pensaba que los minerales de fosfato desempeñaban el papel protagonista en la fosilización de tejidos blandos y estructuras biomoleculares. Pero la investigación ha dado un giro: han sido minúsculos granos de carbonato de hierro, dispersos a lo largo del fósil, los responsables de encapsular y proteger las moléculas durante cientos de millones de años. Como si fueran micro-cápsulas del tiempo. Una especie de “seguro de vida” molecular que ha funcionado más allá de lo previsto.

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La doctora Madison Tripp, investigadora principal y entusiasta defensora de la ciencia divulgativa, resume así el hallazgo: “Imagina encontrar un cofre del tesoro —el fósil— y darte cuenta de que las joyas realmente valiosas están camufladas entre piedras cercanas”. En este caso, el verdadero tesoro no era la forma conservada, sino la información química que los gránulos de carbonato de hierro protegieron del paso del tiempo.

¿Fenómeno aislado o patrón universal?

Para descartar que esto fuera un golpe de suerte en un yacimiento concreto, el equipo extendió su análisis a otros fósiles, de diferentes especies y entornos, a lo largo de las eras geológicas. ¿El resultado? Un patrón consistente: el carbonato de hierro emerge como un conservador silencioso y eficiente de información biológica en el tiempo profundo de la Tierra.

Así lo explica la profesora Kliti Grice, directora del Centro de Geoquímica Orgánica e Isótopos en Curtin: “No estamos ante una casualidad. El mismo proceso aparece en fósiles muy distintos. Saber esto transforma la forma de buscar rastros de vida en el registro fósil: ahora, podemos ir directos a las zonas donde estas cápsulas químicas son más probables, en vez de depender solo de la suerte o la intuición paleontológica”.

Reconstruyendo mundos perdidos molécula a molécula

Desentrañar qué minerales facilitan la conservación de biomoléculas permite a los científicos reconstruir con cada vez mayor detalle los ecosistemas antiguos. Los fósiles dejan de ser solo moldes de huesos y caparazones; ahora, sus entrañas químicas muestran cómo vivían los animales, qué comían, con qué interactuaban y cómo sus cuerpos interactuaban con el entorno tras su muerte.

Tripp y Grice coinciden en la importancia de esta nueva vía: es como si la Tierra hubiera guardado, por casualidad y química, mensajes en botellas moleculares para los habitantes del futuro. Cada análisis revela no únicamente la forma, sino los procesos vitales que dieron sentido a ecosistemas ya extinguidos.

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Un futuro brillante para el pasado más remoto

¿El próximo paso? Ampliar el rastreo, afinar las técnicas e intentar descifrar cada vez mensajes más sutiles encerrados en estos peculiares cofres de la antigüedad. Quizás la próxima vez que pienses en fósiles, te acuerdes que, incluso en los excrementos más antiguos, se esconde un relato apasionante a la espera de ser leído.

  • ¿Te interesan los detalles científicos? Puedes profundizar en el comunicado de prensa de Curtin University en este enlace.

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