¿Imaginas un Atlántico sin su mítica corriente transportando calor hacia Europa? Ese futuro, que siempre pareció de ciencia ficción, podría estar mucho más cerca de convertirse en realidad. Un aviso serio, urgente y global que pide que prestemos atención: la AMOC —la gran cinta transportadora del océano Atlántico— podría apagarse antes de lo que creíamos.
El motor oceánico que calienta Europa, en jaque
La Circulación Meridional Atlántica (AMOC, por sus siglas en inglés) es una colosal red de corrientes que, de forma silenciosa pero implacable, traslada calor desde los trópicos hasta las costas europeas. Su papel, fundamental para que en el norte de Europa el clima sea más benigno de lo esperable, está en la cuerda floja ante un torbellino de emisiones humanas. Así lo advierte un estudio reciente con la colaboración del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático, que pone cifras a algo que hasta ahora era un temor difuso: la AMOC podría colapsar después del 2100 en escenarios de altas emisiones de gases de efecto invernadero.
Pero no solo eso. Las peores previsiones no se quedan en los escenarios más extremos; incluso algunos modelos con emisiones intermedias o bajas muestran este posible colapso. Nada de alarmismo infundado: hablamos de grandes centros de investigación y de modelos climáticos usados en los informes del IPCC, la máxima autoridad científica en cambio climático.

Cinta transportadora: ¿Preparados para que se detenga?
No es una exageración. Este sistema, tan esencial como invisible, funciona como una cinta transportadora vertical: el agua cálida y salina viaja al norte, donde en invierno, al enfriarse, se vuelve más densa y se hunde, regresando luego hacia el sur en profundidad. Este balance es frágil. Tan frágil, que el calentamiento global puede romperlo.
¿Cómo? Al aumentar las temperaturas, la atmósfera sobre el Atlántico Norte deja de enfriarse tanto; el mar pierde menos calor en invierno y la mezcla de aguas entre superficie y profundidades se debilita. Si la capa superficial se vuelve demasiado cálida y ligera —y, además, menos salina por la llegada de agua dulce—, el proceso de hundimiento se paraliza.
- El Atlántico Norte se enfría en superficie y pierde salinidad.
- Ese agua menos densa no se sumerge, y la corriente se atrofia.
- Esta dinámica, lejos de ser estable, se retroalimenta y se acelera ante la falta de mezcla vertical entre las aguas.
El riesgo está aquí, no solo en un futuro lejano. De hecho, las últimas mediciones ya han detectado signos preocupantes: durante la última década, las zonas clave de convección al norte del Atlántico muestran signos de debilidad.
Del punto de inflexión al colapso: ¿cuándo?
El estudio, basado en las simulaciones extendidas del proyecto CMIP6 —empleadas para los informes oficiales sobre el clima global—, sugiere que el punto de no retorno podría cruzarse en las próximas décadas. Una vez superado, la corriente no solo se debilitaría: el aporte de calor hacia el norte caerá a menos de una quinta parte de su valor actual, llegando casi a cero en el peor de los escenarios modelizados.
Según Stefan Rahmstorf, uno de los investigadores principales, el tiempo entre cruzar ese punto crítico y el apagón completo varía entre 50 y 100 años. Mucho menos de lo que cualquiera pudiera imaginar para un giro tan radical en los equilibrios climáticos del planeta.
Consecuencias: inviernos extremos y veranos resecos
¿Qué pasaría en Europa y en el mundo si la AMOC se apaga?
- El noroeste europeo podría sufrir inviernos más fríos y extremos, y veranos secos por la falta de aporte de calor.
- Los patrones de lluvia tropical se desplazarían, alterando los regímenes de monzones y la seguridad alimentaria de millones.
- La fragilidad de la AMOC implica un efecto dominó en la estabilidad climática global y, en especial, en la biodiversidad marina y costera.
Estamos, aunque cueste admitirlo, al borde de una posible reorganización planetaria cuyas consecuencias apenas alcanzamos a adivinar.
¿Es inevitable? Un mensaje urgente para el presente
¿Significa esto que no hay nada que podamos hacer? En absoluto. El estudio advierte que los modelos que utilizan no contemplan aún escenarios adicionales de aporte de agua dulce por el deshielo de Groenlandia, lo que podría acelerar aún más este proceso. Pero también resalta algo crucial: reducir rápidamente las emisiones podría rebajar considerablemente el riesgo de un colapso. Quizá no lo eliminemos por completo, pero cada medida suma para retrasar el punto de no retorno.
Un desafío para nuestra generación
La AMOC no es solo un indicador del clima; es un recordatorio de la estrecha dependencia entre la humanidad y los sistemas naturales globales. Cada acción cuenta. Cada año importa. El futuro está en nuestras manos y, en cierto modo, también en las de una corriente oceánica que, aunque no lo veamos, determina el pulso de nuestro planeta.
Si quieres ver la evolución visual de esta corriente crucial, aquí tienes una ilustración científica de su intensidad proyectada en los próximos siglos: