El curioso quejido que une a las aves de distintos rincones del planeta frente al peligro

¿Puede un simple “quejido” de pájaro estar desvelando el gran misterio de cómo surge el lenguaje? La ciencia nos dice que sí. Un estudio internacional con participación española ha descubierto que aves separadas por miles de kilómetros y millones de años evolucionaron el mismo grito de alerta frente a un enemigo común. No solo eso: este “llamado gemelo” parece ser el eslabón perdido entre la comunicación animal y nuestras palabras humanas.

Un secreto en el aire: el grito universal de alarma

En una remota jungla de Zambia, en los bosques de China o incluso en los extensos paisajes australianos, distintas especies de aves alzan la voz cuando un intruso amenaza sus nidos. El sonido, un “quejido” lastimero, no solo es identificable entre ellas, sino que resulta prácticamente idéntico en grupos separados por océanos e imposibles barreras geográficas. ¿Cómo es posible? Pues aquí la sorpresa: estas aves nunca han estado en contacto directo; lo hacen por instinto… y por aprendizaje.

Un idioma sin palabras: la batalla contra el parásito

No es ciencia ficción: existe un enemigo que acecha los nidos ajenos. El parasitismo de cría consiste en que aves como los cucos depositan sus huevos en los hogares de otras especies, para que sus crías sean criadas como propias. Para las anfitrionas, eso supone sacrificar a su propia descendencia, así que detectar a los parásitos y comunicarse rápido es cuestión de vida o muerte. De ahí surge este grito, tan universal como el miedo.

Aprendiendo a hablar: entre lo innato y lo social

El trabajo, liderado por científicos de la Universidad de Cornell y la Estación Biológica de Doñana, ha rastreado más de veinte especies en cuatro continentes. ¿El hallazgo más impactante? Que la alerta surge de un instinto compartido, pero se afina y perfecciona por aprendizaje social. Cada ave oye el grito, acude… y lo guarda en su memoria. Así, la próxima vez sabrán exactamente cuándo y cómo emitirlo. Pura transmisión cultural entre plumas y picos.

  • La llamada quejumbrosa no es completamente instintiva, ni tampoco se aprende desde cero.
  • Funciona como un puente: una señal innata convertida en significado social.
  • En regiones donde la amenaza del parásito es crónica, la dinámica de cooperación y aprendizaje es aún más compleja y rica.
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Rompiendo fronteras: ¿la base del lenguaje humano?

Este descubrimiento rompe un mito: la separación tajante entre la comunicación animal, instintiva y rígida, y el lenguaje humano, flexible y aprendido. Lo que observaron los estudiosos —y apunta el ecólogo evolutivo William Feeney— es un sistema híbrido. Darwin ya lo insinuó hace más de un siglo: la clave podría estar en la capacidad de atribuir significados aprendidos a ruidos innatos. Una idea revolucionaria, que conecta nuestro idioma con el grito que salva a un nido.

Cooperar para sobrevivir, y para aprender

Donde hay más peligro de parasitismo, las aves no solo gritan: cooperan. Se advierten, vigilan y actúan juntas. Así, el aprendizaje colectivo moldea sus comportamientos y refuerza el éxito frente a la amenaza. Y ese eco, que resuena en distintos rincones del planeta, nos habla de los orígenes mismos de nuestro deseo de comunicarnos y cooperar.

Quizás el diálogo entre pájaros —ese quejido insistente— sea mucho más que un reflejo de supervivencia. Quizás sea el primer paso en la gran historia evolutiva del lenguaje.

Para saber más

  • Lee el estudio completo sobre cómo las aves transforman una señal innata en un idioma aprendido en Nature Ecology and Evolution.
  • Explora imágenes y sonidos de aves en peligro de parasitismo buscando materiales del Laboratorio de Ornitología de Cornell.

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