¿Te imaginarías que el irresistible aroma a pies que desprenden unas deportivas usadas pudiera tener algo en común con el sofisticado lenguaje del cortejo en la naturaleza? Pues sí: las viudas negras han apostado todo por este «perfume», y funciona. Lo último en biología química revela que estos arácnidos, mucho más astutos de lo que parece, seducen a sus pretendientes con un olor que nos evoca, precisamente, a pies humanos sudados. Pero en el reino de las viudas negras, ese tufo es un imán para el romance.
El misterioso perfume de la viuda negra
Las viudas negras (Latrodectus hesperus), famosas por su carácter letal y su oscuro atractivo, llevan el arte del flirteo a un nuevo nivel: no se conforman con desplegar una tela impecable, ni con tímidas danzas. Ellas perfuman su hogar —es decir, la telaraña— con una señal olfativa tan singular como eficaz: una feromona que, a medida que se degrada, se transforma en un llamativo aroma a queso fuerte, ese matiz inconfundible que muchos humanos asociamos al olor de unos calcetines tras un largo día.
¿Repulsivo? Para nosotros, seguro. Pero, para los machos de su especie, esa fragancia es la promesa de un encuentro y el inicio de una compleja coreografía de cortejo.
Un mensaje químico que dura semanas
Lo fascinante de la estrategia no termina en el aroma, sino en su persistencia: esa feromona, una vez depositada en la tela, se va descomponiendo poco a poco. Dura días, incluso semanas. Algo así como esos anuncios en la parada del autobús que “resisten” el paso del tiempo —y del clima.
Así, los pretendientes pueden detectar la señal a distancia y acercarse atraídos por el eco químico que anuncia la presencia de una hembra dispuesta a cortejarse.
Un cortejo elaborado, etapa a etapa
El estudio, liderado por el biólogo alemán Andreas Fischer, ha desmenuzado cómo funciona este juego de seducción. Primero, la química: las telarañas actúan como paneles de señalización aromática. Cuando un macho se topa directamente con la tela, los compuestos le “encienden” el modo cortejo: se mueve de forma característica, reconoce que está ante la pista de baile correcta.
A mayor distancia, la descomposición de esos mismos compuestos es la que esparce el aroma que guía a los machos hasta el epicentro de la seducción. La clave está en que las viudas negras no liberan su perfume solo en momentos puntuales, como ocurre con muchas otras especies, sino que lo mantienen disponible a lo largo del tiempo. Una táctica que les otorga ventaja y eficiencia.
El secreto está en el ritmo de las estaciones
¿Y si te dijera que estas arañas, además, saben configurar la intensidad de su olor? El equipo científico lo ha comprobado analizando telarañas y el comportamiento de las propias viudas negras durante un año entero. Resulta que las hembras afinan su estrategia: eligen los momentos en que más machos andan buscando pareja para “subir el volumen” de su mensaje aromático. Creen que este ajuste depende de la duración del día —como hacen tantas plantas y animales que usan la luz para anticipar el ciclo reproductivo.
Una seducción química digna de admiración
Tal vez cueste imaginárselo: una tela de araña, impregnada con una fragancia que para nosotros sería cualquier cosa menos sugerente, convertida en altavoz para uno de los sistemas de cortejo más sofisticados observados en la naturaleza.
La próxima vez que tropieces con el olor sospechoso de un vestuario, recuerda: en el universo de las viudas negras, ese perfume puede ser la llave del amor. Para ellas, la seducción empieza con una pizca de química. Literalmente.





