¿Hasta qué punto pueden subir los termómetros antes de alterar nuestro día a día y el de la naturaleza? Agosto de 2025 nos dejó con la respuesta clara: vivimos uno de los meses más calurosos jamás registrados. Calor abrasador, incendios asolando bosques y una vida silvestre forzada a adaptarse a la carrera. El cambio climático ya es parte de nuestro verano… y hay datos que lo demuestran.
Agosto de 2025: el calor que no da tregua
El pasado agosto no fue uno más: el planeta marcó una temperatura media de superficie de 16,6 ºC, superando en casi medio grado lo habitual en estas fechas, según el Copernicus Climate Change Service (C3S). Solo los férreos agostos de 2023 y 2024 lograron cifras mayores, pero eso no resta gravedad: estamos 1,29 grados por encima de la línea base preindustrial… ese umbral sobre el que tantas veces se nos ha advertido.
Pero la tendencia va más allá del mes. El ciclo anual que concluye en agosto de 2025 deja una anomalía de +0,64 ºC frente a la referencia de 1991–2020, y +1,52 ºC comparado con el clima de antes de que las emisiones humanas fueran masivas. No es solo agosto: es una escalada que no se frena.

Europa continental: tercera ola de calor e incendios que arrasan
La situación fue especialmente intensa en la Europa suroeste. Allí, la península ibérica y el sur de Francia vivieron la tercera ola de calor del verano. No solo eso: los incendios forestales arrasaron con fuerza inusitada, dejando un reguero de cenizas en paisajes que cada año parecen más castigados.
En la media continental, Europa cerró agosto con 19,46 ºC, poco por encima de la habitual, pero fuera del ‘top ten’ de los agostos más calurosos. Sin embargo, los extremos regionales fueron la verdadera historia: el oeste europeo vivió temperaturas anómalamente altas, mientras que el norte (Fenoscandia, Bálticos, Bielorrusia, Polonia) disfrutó de un respiro inusual, con valores inferiores a lo normal.
El mapa global de las anomalías térmicas
- Europa Occidental: olas de calor recurrentes y récords de temperatura.
- Norte de Europa: temperaturas por debajo de la media, paisajes verdes durante más tiempo.
- Siberia, China y Japón: calor intenso, persistente y a menudo extremo.
- Australia: sorprende con un mes más frío de lo habitual.
- América del Norte, del Sur y Sudáfrica: registros irregulares, alternando días calurosos y frescos sin patrón claro.
Los océanos también hierven
No pensemos que el calor queda solo en tierra firme. Los mares también baten marcas, y eso tiene consecuencias gigantescas para la vida marina.
El Atlántico Norte, justo al oeste de Francia y Reino Unido, alcanzó temperaturas récord en su superficie marina (la TSM). Incluso el Pacífico norte se disparó por encima de lo esperado, con algunas zonas estableciendo máximos históricos. El Mediterráneo, después del agitado verano de 2024, ofreció valores más suaves, un pequeño alivio tras la tormenta.
Curiosamente, el Pacífico ecuatorial central y oriental mantuvo temperaturas próximas a la media, confirmando un período de ENSO (El Niño) en fase neutral. Pero el hecho es que, en conjunto, la temperatura media global de los mares en agosto —unos 20,82 ºC— fue la tercera más alta jamás registrada para ese mes.
El verano, estación en peligro
Cuando se analiza todo el verano boreal (junio a agosto), la señal se repite: 2025 fue el tercer verano más cálido a nivel mundial, solo superado por los dos años anteriores. La anomalía: +0,47 ºC sobre la media de 1991–2020. Un dato que parece pequeño, pero que en la escala planetaria es gigantesco. Asia encabezó los extremos con anomalías extremadamente positivas, mientras que Australia y Sudamérica presentaron excepciones frías, recordándonos que los contrastes aún existen en nuestro cambiante clima.
Naturaleza en vilo y señales de alarma
El calor extremo no es solo un asunto de expertos en meteorología ni de titulares cíclicos. Es algo que afecta al ser humano y al resto de especies: altera los ciclos de vida, cambia los patrones migratorios, empuja a la fauna hacia el estrés y deja los bosques y los pastos marchitos. Los incendios forestales son la consecuencia más visible, pero hay otras menos perceptibles: suelos erosionados, ríos calientes, peces y aves buscando refugios donde ya no hay.
El verano de 2025 será recordado, otra vez, no tanto por lo estadístico, sino por los impactos reales: agricultores recalculando cosechas, comunidades reubicando ganado, turistas buscando sombra a la desesperada y animales enfrentándose a una carrera adaptativa tan rápida como implacable. El clima avisa, su mensaje es inconfundible. Ahora nos toca interpretarlo y actuar —porque lo que pasa en agosto, y lo que ocurrirá el próximo verano, está mucho más cerca de casa (y de nuestros bosques) de lo que creemos.