Así desvela el hielo de la Antártida más de un millón de historias sobre el clima de nuestro planeta

¿Te imaginas sostener entre tus manos una cápsula de tiempo capaz de revelar los secretos del clima del planeta Tierra durante más de un millón de años? Eso es, precisamente, lo que un grupo de científicos acaba de lograr en las heladas profundidades de la Antártida, gracias a una colosal barra de hielo cargada de historia y ciencia. Detrás de este logro, todo un desafío humano y tecnológico: días y noches derritiendo muy lentamente, casi con mimo, el hielo más antiguo jamás recuperado. ¿Qué misterios esconden esos fragmentos inmaculados? ¿Y qué aprendemos de nuestro propio futuro al escuchar el susurro del pasado? Vamos a sumergirnos en este viaje épico desde las entrañas del hielo antártico hasta los laboratorios del presente.

Un núcleo de hielo, milenios de respuestas

En un rincón remoto de la Antártida Oriental, bajo el cielo impasible y los vientos cortantes de Little Dome C, el Dr. Robert Mulvaney y un equipo del British Antarctic Survey (BAS) han logrado algo tan audaz como emocionante: extraer y luego analizar los 190 metros finales de un núcleo de hielo que se hunde hasta 2.800 metros de profundidad. No estamos ante un simple trozo de hielo: cada capa es el rastro de un invierno, el eco mudo de océanos, huracanes, erupciones volcánicas; un libro de memoria planetario.

Traducido en cifras: al menos 1,2 millones de años de registros ambientales impresos, listos para ser desencriptados. Un récord absoluto. Solo pensarlo da un poco de vértigo, ¿verdad?

La ciencia del deshielo: fundiendo el pasado para entender el futuro

Durante más de siete semanas, un equipo multidisciplinario compuesto por treinta especialistas europeos trabajó día y noche fundiendo cada pedazo de ese valioso núcleo. Ni un respiro. Con precisión quirúrgica, fueron recolectando datos de cada gota de agua derretida. ¿Para qué? Para analizar la presencia de partículas, gases antiguos atrapados en burbujas microscópicas y compuestos químicos que revelan cómo fue el clima en cada era.

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El resultado es una secuencia intacta de ciclos de glaciaciones y calentamientos; una película, cuadro a cuadro, sobre cómo cambió la atmósfera y la temperatura terrestre mucho antes de que el ser humano pisara el planeta.

¿Por qué importa este hielo?

Hasta ahora, se dependía sobre todo de los núcleos de sedimentos marinos para reconstruir los grandes vaivenes del clima terrestre, como quien indaga en las tripas de un océano. Sin embargo, el hielo antártico es otra liga: sus burbujas de aire literalmente congelan el aire y los gases de efecto invernadero de cada periodo, conservando también huellas químicas de las temperaturas y hasta rastros de polvo volcánico.

La novedad es inmensa: superar el récord histórico de 800.000 años, que fue el estándar durante dos décadas, y adentrarse en un pasado aún más lejano. Como señala la Dra. Liz Thomas, líder del proyecto, esto nos permitirá comprender la misteriosa transición climática de hace un millón de años, cuando los ciclos glaciares cambiaron súbitamente de durar 41.000 a 100.000 años. Nadie sabe aún con certeza por qué. Ahora, podemos asomarnos a la respuesta.

Tecnología puntera y trabajo de hormiga

El equipo del British Antarctic Survey se ha convertido en referente mundial en análisis de núcleos de hielo. Aplican técnicas avanzadas de fusión ultralenta y análisis de flujo continuo —palabras mayores—, que permiten medir con precisión elementos, isótopos y todo tipo de microimpurezas del pasado remoto. Mientras, otros laboratorios europeos se centrarán en analizar los gases atrapados: metano, dióxido de carbono… y pistas sobre los cambios atmosféricos que desencadenaron la última gran glaciación.

Un rompecabezas para descifrar el clima del mañana

Todo esto no es un ejercicio puramente académico. Es, de hecho, vital. Comprender los patrones de cambio climático antiguo ayuda a afinar los modelos que intentan prever el clima del futuro, ahora que los niveles de gases de efecto invernadero rompen cualquier récord conocido. Si sabemos cómo respondió la Tierra en el pasado a semejantes alteraciones, podemos anticipar mejor los escenarios y tal vez prevenir las peores consecuencias.

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El proyecto Beyond EPICA – Oldest Ice, respaldado por la Unión Europea y un nutrido consorcio de 12 institutos de 10 países, es un ejemplo de colaboración y visión de futuro. Un gran puzle internacional, pieza a pieza, para reconstruir cómo evolucionó —y podría mutar— nuestro planeta.

Un viaje sin retorno: de la Antártida a las urnas de la ciencia

El hielo derretido ya viaja por Europa, camino de laboratorios donde será sometido a los más variados análisis: desde identificar la huella de antiguos incendios forestales, hasta reinterpretar cómo cambió la composición del aire en los momentos críticos de la historia terráquea. A muchos kilómetros de distancia, pero con la mente y el corazón aún prendidos a la vastedad blanca y silenciosa de la Antártida, los científicos aún sienten el peso —y la emoción— de saber que tienen en sus manos el testigo del clima más antiguo que nunca hemos logrado leer.

Porque mirar al pasado, a veces, es el único modo de preparar el futuro.

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