¿Es posible “poner diques” al deshielo de los glaciares construyendo barreras submarinas? La idea suena a ciencia ficción, pero, aunque algunos la sugieren, la ciencia advierte: ojo con las consecuencias inesperadas. Groenlandia, testigo del deshielo, nos lanza preguntas urgentes. ¿Merece la pena intervenir la naturaleza a esa escala? ¿Qué podría salir mal en los fríos fiordos donde kayakistas científicos tantean nuevas fronteras?
Geoingeniería a prueba: ¿salvación o riesgo para los glaciares?
Mientras la humanidad busca fórmulas para frenar el avance imparable del deshielo polar, emergen propuestas audaces: construir barreras submarinas cerca de los glaciares para cortar el paso al agua cálida que roe el hielo desde debajo. Este método ha seducido la imaginación de algunos sectores científicos —colocar cortinas de acero flotantes, muros de roca submarinos— que, sobre el papel, parecen capaces de poner freno a ese proceso que alimenta el aumento del nivel del mar y amenaza las costas del planeta.
Pero un nuevo estudio, liderado por el investigador Mark Hopwood y su equipo, alerta de una trampa escondida: intervenir así el entorno puede tener efectos secundarios tan graves como el propio problema, especialmente en lugares como la boca del fiordo helado de Ilulissat. Aquí, donde los científicos remolcan sensores entre bloques de hielo en kayak, la naturaleza tiene equilibrios milenarios más complejos de lo que parece a simple vista.
El gigante Sermeq Kujalleq y la amenaza fantasma
El glaciar Sermeq Kujalleq no solo es el más grande de Groenlandia, sino un actor clave en el drama global del derretimiento. Este gigante vierte enormes cantidades de hielo al mar, alimentando la preocupación mundial por la subida de los océanos. La hipótesis: si cortamos el paso al agua cálida —la culpable principal del deshielo por debajo— podríamos ganar tiempo precioso mientras el mundo reduce sus emisiones. Pero… ¿cuál es el coste real de una intervención así?
Ecosistemas marinos en juego
- Las simulaciones científicas muestran que tales barreras podrían alterar el delicado proceso mediante el cual el deshielo arrastra nutrientes del fondo oceánico hasta la superficie.
- La consecuencia: menos fitoplancton, esa base microscópica que alimenta a los peces… y menos pescado, es decir, problemas para quienes viven y dependen de estos recursos en Groenlandia.
- A esto se suma que dichas infraestructuras pueden modificar las rutas migratorias de peces, generando desajustes en la cadena alimentaria y, en el fondo, afectando a las comunidades humanas.
El mensaje de los autores no puede ser más claro: sería complicado –y probablemente poco aceptable– asumir semejantes impactos a cambio de una protección incierta, y lo mismo podría ocurrir en la Antártida si ideas similares llegaran allí.
¿El futuro es geoingeniería? Reflexión antes de actuar
Es cierto que hoy en día estos proyectos son, en gran medida, teóricos. Todavía no hemos visto enormes diques de acero ni muros submarinos rodeando los glaciares. Sin embargo, el avance del calentamiento global podría hacer cada vez más tentador recurrir a la geoingeniería en los próximos años.
Algunos científicos abogan por experimentar controladamente para poder evaluar pros, contras y costes reales. Pero la advertencia que lanza este último análisis es de mucho peso: antes de colocar la primera piedra, deberíamos escuchar a quienes viven y trabajan en las zonas afectadas, comprender sus necesidades, saber cómo un cambio así afectaría a su día a día y a su futuro. Hay que ir mucho más allá de la fría lógica del laboratorio.
El equilibrio entre urgencia y precaución
En esa estrecha línea entre intentar salvar los glaciares y no causar daños colaterales irreparables, Groenlandia se convierte hoy en un gran laboratorio a cielo abierto. Quizá, mientras los kayaks científicos zigzaguean entre icebergs, el mensaje más sabio sea uno clásico de la ecología: cuando tocas una pieza del sistema, nunca sabes a ciencia cierta qué más se pone en movimiento. Tal vez la solución, por drástica y urgente que parezca la emergencia climática, sea actuar con humildad y cautela, escuchando tanto a la ciencia como a quienes viven junto al hielo.