Imagina un mundo submarino de hace 310 millones de años, donde los peces ya experimentaban con formas insólitas de comer. ¿Cómo habría sido enfrentarse a presas duras cuando el simple movimiento de la mandíbula no bastaba? La respuesta llega con el sorprendente Platysomus parvulus, un pez fósil que revolucionó —literalmente— la manera de masticar en los abismos del Carbonífero.
Un hallazgo que da vuelta la evolución dental
El descubrimiento de Platysomus parvulus, fosilizado en rocas británicas del condado de Staffordshire, dejó boquiabiertos a los paleontólogos. Este pez de aletas radiadas no solo se conservó en un insólito 3D natural, sino que, al ser escaneado con tecnología de tomografía avanzada, reveló una novedad insospechada: ocultaba en el fondo de su boca un abanico de dientes nunca antes visto en especies tan ancestrales. Como si se tratara de una herramienta secreta, Platysomus había desarrollado lo que los expertos llaman “mordida lingual”. Un mecanismo capaz de triturar presas protegidas por conchas o insectos duros. Algo revolucionario, especialmente para su época.
¿En qué consiste la mordida lingual?
En la mayoría de los peces modernos, la comida se parte con la fuerza de las mandíbulas, sí, pero algunos —como la trucha o el macabí— han perfeccionado otra estrategia: dientes adicionales en el paladar y el fondo de la boca que actúan como una segunda línea de mordida, trabajando en tándem con las mandíbulas principales. Hasta ahora, el registro fósil indicaba que esta innovación había surgido mucho después… pero Platysomus parvulus adelanta esa historia en 150 millones de años.
Un fósil que cuenta historias
El ejemplar de Platysomus, casi intacto en tres dimensiones, permitió a los científicos “bucear” digitalmente en su boca y desentrañar sus secretos anatómicos. Encontraron una placa dental inferior, dividida en partes, y una superior, más estrecha, ambas cubiertas de puntas dentadas alineadas en una única capa. Un diseño que, según los investigadores, representa una fase de transición fascinante: ni una mordida lingual tan sofisticada como la que se vería después en peces como Bobasatrania, ni tan simple como las originales mandíbulas de los primeros vertebrados acuáticos.
- Inferior polifacética: varias secciones para triturar con eficiencia.
- Superior angosta: optimizada para perforar y sujetar las presas.
El profesor Sam Giles, de la Universidad de Birmingham, subraya que este hallazgo reconstruye uno de los capítulos más dinámicos tras la gran extinción del Devónico. Un bache ecológico tras el cual los peces no solo sobrevivieron, sino que se diversificaron y buscaron (literalmente) nuevas formas de comer y de vivir.
Una carrera por innovar tras la extinción
La gran Extinción Masiva del Devónico —que borró del mapa a infinidad de especies— sirvió de chispa evolutiva. De pronto, los peces que sobrevivieron experimentaron, mutaron, se aventuraron a probar combinaciones impensables de dientes, formas corporales y hasta estrategias de caza. El propio Platysomus parvulus representa uno de esos intentos tempranos, una rama intermedia entre los comedores tradicionales y los auténticos especialistas en mordedura lingual.
“Es como encontrar ese eslabón perdido en una cadena de innovación frenética”, apunta el Dr. Matthew Kolmann, coautor en el estudio. “Los que vinieron después, como Bobasatrania, ya utilizaban exclusivamente la mordida lingual para procesar presas duras, ignorando por completo sus mandíbulas originales”.
El legado de Platysomus parvulus
Hoy, al contemplar especies modernas que disponen de “doble mordida”, nos damos cuenta de que este truco evolutivo ha servido para explorar toda una gama de hábitats y estilos de vida. Los mecanismos de alimentación desarrollados por Platysomus parvulus y sus contemporáneos abrieron la puerta a nuevas cadenas tróficas, modificando para siempre los ecosistemas acuáticos.
Como explica el profesor Matt Friedman, de la Universidad de Michigan, “estas innovaciones son solo una pequeña parte del puzzle evolutivo, pero nos ayudan a entender cómo se forjaron los linajes de peces que hoy pueblan los ríos y mares. Cada fósil es un testimonio no solo de supervivencia, sino de una creatividad natural tan indómita como misteriosa”.
¿Un fósil, una historia, un viaje al pasado?
Platysomus parvulus es más que un hueso petrificado. Es la prueba de que, tras el cataclismo, la vida explora caminos inesperados. Un humilde pez, olvidado bajo capas de piedra, ahora revela cómo pequeños dientes ocultos bajo la lengua pueden reescribir la historia evolutiva.
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