¿Y si descubrieras que las eras, épocas y grandes eventos de la historia de la Tierra no fueron dictados por el puro azar, sino que sus intervalos están orquestados por una especie de “compás oculto” que va marcando ritmos cada cientos de millones de años? Un reciente estudio acaba de destapar patrones matemáticos inesperados en el reloj geológico del planeta. Prepárate, porque lo de “simplemente caos” se ha caído con estrépito.
El “desorden” geológico, al descubierto
Seguro que en algún momento viste una tabla del tiempo geológico, toda prolija, llena de nombres inmemoriales: Jurásico, Cretácico, Devónico… Todo ordenadito. Pero seamos sinceros: si viajas en el tiempo a cualquier punto de esa cronología, los saltos entre eventos no forman una línea recta ni mucho menos. El caos reina, o eso se pensaba.
Ahora, un equipo internacional de científicos —liderado por el geólogo Andrej Spiridonov— lo ha puesto patas arriba: el reparto de los “barrotes” que separan las diferentes etapas de la historia de la Tierra no es tan al azar como parecía. Resulta que siguen patrones jerárquicos y multifractales, ¡casi como una muñeca rusa de eventos anidados!
¿Qué significa que la variabilidad se ‘satura’?
Analizando la distribución de los hitos geológicos (en la famosísima Carta Geocronológica y en escalas basadas en fósiles de especies extintas), estos científicos identificaron un fenómeno curioso: hay rachas de actividad frenética salpicada por largas temporadas de calma chicha. Nada equidistante: grupos de eventos aquí, silencios allá.
Y lo mejor… al medir hasta dónde puede llegar el abanico de sorpresas del planeta, detectaron un límite: tras unos 500 millones de años, la variabilidad se “satura”. Es decir, si quieres realmente abarcar toda la “personalidad cambiante” de la Tierra, debes estudiar registros que abarquen, mínimo, medio billón de años. Si tienes más (mucho mejor, claro).
La lógica multifractal: cascadas dentro de cascadas
Lo que han descubierto es que estos cambios mayores —desde extinciones masivas hasta repuntes evolutivos monstruosos— no surgen de la nada ni están repartidos a voleo. Utilizando conceptos matemáticos avanzados de los multifractales (básicamente, patrones que se replican a distintas escalas), encontraron que el sistema Tierra se comporta como una red de “cúmulos” insertados unos dentro de otros. ¿El salseo? Un intervalo de caos total aquí, una era entera de tranquilidad allá. Pura jerarquía, y todo, regido por un solo proceso estadístico inmenso. Ciencia al más puro estilo “efecto mariposa”, pero en versión planetaria.
El nuevo modelo: ¿qué pinta un ‘Poisson compuesto’?
Para darse cuenta de esto, el equipo propuso el modelo del Proceso Multifractal–Poisson Compuesto. Sin entrar en tecnicismos, imagina que los grandes eventos geológicos se disparan y agrupan como si siguieran una lógica de lotería en cascada: donde hay un grupo, de repente aparecen varios más incrustados.
La implicación es brutal: entender el pasado de la Tierra deja de ser cuestión de estudiar solo los recientes millones de años. ¡Hay que mirar mucho más atrás! Solo así podrás captar tanto los picos extremos como los periodos más estáticos.
Redefiniendo nuestro planeta… y el futuro
¿Por qué importa descubrir que los ritmos geológicos son multifractales y saturan a los 500 millones de años? Porque, según Spiridonov y su equipo, ahora sabemos que el “ruido” del sistema Tierra esconde un orden elegante, incluso bello, y que predecir su futuro —por convulso que parezca— quizás sea cuestión de “escuchar” estas escalas profundas.
Así que la próxima vez que te hablen de Plio-Pleistoceno o del Gran Evento de Oxigenación, recuerda: no fue puro azar. Tu planeta, debajo de la superficie caótica, suena con una melodía matemática tan precisa como misteriosa. Y eso, en ciencia, es poesía pura.
¿Quieres saber más?
- Explora visualmente los saltos y picos de la historia de la Tierra con documentales especializados en canales científicos de YouTube.
- Mantente al tanto de nuevos hallazgos siguiendo redes de divulgación y los comunicados de la Universidad de Vilna.
¿Te imaginas qué descubrirán cuando lleguemos a estudiar registros de mil millones de años? El reloj del planeta siempre guarda algún secreto bajo la manga.